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IDEAS

"No todo brilla en la ruta china de la seda" | Crónica de Josep Maria Lloveras

28/7/2019

8 Comentarios

 
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Imagen de "El Roto" en El País del 28 de Julio de 2019
La milenaria ruta de la seda se extiende desde la ciudad de Xian en el corazón de China al Asia Central y de allí al mediterráneo. Atraviesa distintos países y antiguos imperios. El gobierno chino de Xi Jinping la ha relanzado desde hace unos años añadiendo a su dimensión comercial un alto contenido geopolítico. La ruta incluye pasos notables, como el del Torugart que cruza a más de 3.700 metros de altura la cadena del Tian Shan entre Kirguistán y la región noroccidental china de Xinjiang. Es un punto fronterizo poco habitual para entrar en China ya que los visitantes suelen acceder al país por las populosas ciudades del este y el sureste en el extremo opuesto. Para nuestro pequeño grupo de viajeros interesados en la ruta de la seda la opción era evidente. 
La primera población importante que se encuentra en Xinjiang es Kashgar, situada a unos 130 kilómetros del paso, a las puertas del desierto del Takamaklan. El trayecto en autocar duró más de 7 horas y se convirtió, inesperadamente, en un episodio de turismo político. Una vez cruzado el puerto la carretera de tierra serpentea hacia abajo durante kilómetros en un paisaje seco y desolado. Llaman la atención algunas torres de vigilancia y alambradas que recuerdan imágenes de la guerra fría. No vimos ningún vehículo durante muchos kilómetros. Llegamos a un primer control fronterizo amplio, reluciente, recién construido, equipado con flamantes sistemas informáticos, detectores y equipos de reconocimiento facial. Eramos los únicos viajeros en aquel lugar. Descendimos del autocar y pasamos los controles arrastrando nuestros equipajes durante más de una hora y media por el interior del puesto.

Nuestro grupo de doce jubilados despertó un interés inusitado a pesar de su aspecto inofensivo. En mi caso fui objeto de un minucioso registro de mi equipaje como no había conocido al cruzar el telón de acero durante la época comunista ni en el registro de entrada a la comisaria de la Via Layetana de Barcelona durante la represión estudiantil franquista. Hurgaron exhaustivamente en mi maleta y equipaje de mano descorriendo hasta los entresijos de los forros. No quedó objeto ni prenda interior sin examinar. Ojearon cuidadosamente mis libros (ninguno sobre China), fotografiando portadas e índices. Me preguntaron por el significado de la cubierta del semanario The Economist que también examinaron. Escudriñaron mi cuaderno personal de notas escrito en catalán preguntándome sobre su contenido, que también fotografiaron. Les llamó la atención un resumen impreso en una hoja con las dinastías chinas que había obtenido en Google sobre el que también me interrogaron y fotografiaron. Finalmente manipularon a tres, sobre una mesa oculta detrás de un mostrador alto, mi teléfono móvil, comentando ampliamente entre ellos. A mi regreso del viaje apareció un artículo en The Guardian denunciando que en el otro puesto fronterizo con Kirguistán, Isrkeshtam, habían introducido aplicaciones de seguimiento en teléfonos móviles a visitantes extranjeros. Quizá llevo aún algún “spyware” en el bolsillo.

El joven guía chino ya nos había advertido que contestaria a cualquier pregunta menos las de contenido político, que en aquel contexto eran las principales que venían a la cabeza. Después de otro largo trecho por carretera con alambradas a ambos lados nos detuvimos para un control del autocar. Descendimos, esta vez por suerte sin equipaje y volvimos a abordar el autobús unos centenares de metros más adelante. 

Si el primer control había sido político el tercero, algunos kilómetros aún más adelante fue de tipo aduanero, aunque no menos exhaustivo. El escenario fue otro flamante y espacioso edificio de nueva planta equipado con todo tipo de dispositivos de última generación en el que de nuevo éramos los únicos clientes. Allí cayeron maquinillas de afeitar, cortauñas, mecheros, baterías, y otros armamentos sospechosos. Una vez acabado el registro tuvimos que esperar más de media hora en una zona próxima para recoger los pasaportes que nos habían sido retirados y estaban siendo examinados en otro edificio cercano por otro servicio, ya que los funcionarios habían decidido cerrar para cenar. Por suerte reabrieron después y pudimos recuperarlos y continuar el viaje. Habíamos entrado en China a primera hora de la tarde y llegamos al hotel en Kashgar a medianoche después de cubrir los 130 kilómetros.

A la mañana siguiente dimos un paseo por la ciudad llena de cámaras, comisarías de policía y controles exhaustivos del tráfico que facilitan la identificación de los transeúntes. La ciudad antigua con más de dos mil años de historia ha sido demolida y saneada, oficialmente por motivo de salubridad y sus accesos están vigilados. Llama la atención la ausencia de personas de mediana edad. Los equipos de limpieza están constituidos de mujeres y se nota la presencia de algunos niños.
 
Las noticias de la prensa internacional señalan la región de Xinjiang como la zona políticamente más caliente de China una vez que la situación en el Tibet parece estabilizada. En 2009 violentos enfrentamientos entre uigures, mayoritarios en Xinjiang y miembros de la etnia “han”, mayoritaria en China, dejaron casi 200 muertos. Entre 2013 y 2014, China vivió una serie de atentados atribuidos a separatistas islámicos. Desde 2016 China ha emprendido una dura campaña de represión y control de la población uigur y otras minorías islámicas de la región que ha sido denunciada por Human Rights Watch, Amnistia Internacional y otros. Se han detectado detenciones masivas y arbitrarias que pueden afectar hasta un diez por ciento de la población de 13 millones de uigures los cuales constituyen a su vez la mitad de la población de la región. Según estas fuentes hay internamientos forzosos en “campos de reeducación” y todo tipo de controles sobre la población incluyendo controles faciales y de ADN e intromisión de agentes de control en la vida social y familiar. En conjunto, una violación sistemática de derechos internacionalmente reconocidos como la libertad de movimiento o de opinión, el derecho a la privacidad, la libertad de asociación o de religión. El periodista Xavier Mas de Xaxàs ha descrito esta situación en artículos bien documentados en La Vanguardia.

La represión no es un fenómeno nuevo. La novedad del caso chino radica en su combinación con la alta tecnología. Con las nuevas tecnologías de la información, el 5G, el reconocimiento facial y la inteligencia artificial, áreas donde china ejerce liderazgo, el control de la población alcanza cotas de eficacia impensables ayer. Durante nuestra visita a China se cumplieron 30 años de la masacre de la plaza Tiananmen, que hoy se ignorara en China o se considera un accidente desafortunado. Aquella intervención brutal es hoy impensable, pero no por un cambio de mentalidad política, sino porque las nuevas tecnologías la hacen innecesaria. Los revoltosos podrían hoy ser fácilmente identificados facialmente entre miles de personas y encontrarse mañana sin acceso al trabajo, la vivienda, el banco, el tren, el avión o la autopista. Un disidente puede así ser eliminado de la vida ciudadana y condenado al ostracismo y la marginalidad con una terrible facilidad por obra de las nuevas tecnologías de la represión.

No se podrá denunciar esta situación internamente porque los medios de comunicación y las redes sociales están controlados. A nivel internacional las voces difieren. Un grupo de 22 países, incluida España, ha denunciado la situación de los uigures. Sin embargo, otro grupo de 40 países capitaneados por Rusia y Arabia Saudí defienden la política China en Xinjiang. Estados Unidos mantiene un conspicuo silencio.

Conforme uno se adentra en los espectaculares progresos económicos chinos, visibles por doquier, se olvida fácilmente este mundo orweliano y se penetra en el mundo feliz de Huxley. El capitalismo de estado, gestionado por un eficiente partido comunista da resultados espectaculares y puede seducir a políticos populistas en otros lugares. Hace unos años se pensaba que la propia dinámica del capitalismo chino acabaría generando la democratización del sistema. Pero esta evolución no se ha producido. China parece viajar en la dirección opuesta, entre el culto a la personalidad del líder supremo y se puede dar el caso que su modelo acabe considerándose un ejemplo a seguir por otros líderes iliberales, cada día más frecuentes en nuestro entorno. La protesta de los estudiantes de Hong Kong podría indicar, quizá, que no todo esté jugado. 

JOSEP MARIA LLOVERAS, antiguo funcionario de la Comisión Europea y Socio del Club Tocqueville
8 Comentarios
Manuel Vallejo
29/7/2019 01:43:35

Mercés Josep Mª Lloveres pel seu reconte de la experiencia viscuda de com la tecnología pot tornarse perversa per els ciutadans d´un pais i per els turistes visitants també. Un mon Orwelliá fet realitat.

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Vicente Ortún link
30/7/2019 08:24:15

Gràcies Josep Mª, ambaixador ara del coneixement. Recomanaré aquest anàlisi i esperaré llegir més sobre com veus l'escenari Tucidídes entre EE.UU. i Xina, sobre el splinternet... i, en general, sobre els molts llocs que de primera mà has conegut.

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joan clavera
30/7/2019 08:54:07

Impressionant testimoni viscut d'una societat que combina creixement econòmic i manca de llibertat. Podrà la llibertat ser sacrificada en l'altar del benestar purament material?

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Pere Gómez link
30/7/2019 11:46:56

Molt bé Josep Maria
En un mon en el que el viajar s'ha massificat I banalitzat, es agradable comprobar que hi ha sap mirar amb curiositat, Intel. ligència I esperit critic.

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joep maria coll
30/7/2019 12:15:10

gracies Josep maria, molt interessant aquest testimoni d'un futur incipient que haurem d'apendre a canalitzar. Em ve a la memòria un comentari de Fernando Sanchez Drago en que deia que en els seus viatges la pitjor policia era la perfecta, la incorruptible, perquè no deixava cap marge d'error, de diàleg,de negocició

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Joan Anton Camuñas
30/7/2019 20:30:40

Gràcies Josep Maria, per donar-nos a conèixer aquestes experiències i reflexions al voltant del teu recent viatge a aquesta part de Xina. Són enormement interessants, i reflecteixen una realitat inqüestionable
Penso també, que no són els únics aspectes d'aquest nou "Silk Road&Belt" xinès, que generen quelcom més que dubtes.
Cal analitzar i reflexionar també sobre el seus resultats i impacte econòmic en els països que travessa i aquells als que arribarà. El seu impacte pot ser impressionant en la futura configuració geopolítica i econòmica de tot aquest continent euroasiàtic, i sense cap dubte afectarà la nostra petita Europa
Crec que tendim a mirar això com a simples espectadors, i la veritat és que per bé o per mal, també serem actors, i tot apunta a que no serem precisament els protagonistes.

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MRosa Viñas
31/7/2019 01:39:35

Gracies Josep M per aquest interesant article.
Fa temps que penso qu ens hem de preocupar pel que passa a la China. Y es d agrair la teva inteligent mirada.

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LLUIS RENART
31/7/2019 11:36:12

En aquest magnífic article, i en d’altres notícies sobre Xina, em sembla detectar una “nota” o característica comuna a totes elles, referent a la conducta dels xinesos: “Si una actuació es tècnicament possible, es fa!” Es a dir, sense limitacions ni étiques ni a causa de principis democràtics. Tant se val que parlem de un control fronterer, del control polític exercit sobre una comunitat nacional diferenciada (Uigurs o tibetans), de un procés de investigació biotecnològic, o de controlar la natalitat..... semblaría que les autoritats i la societat xineses apliquen tota la tecnología disponible de manera “desenfrenada”!!!

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